11 S. Tres fechas para la historia
El 11 S es,
además de una fecha en el calendario, una jornada con triplete histórico. Son tres tragedias, tres derrotas que son
recordadas o conmemoradas, según el talante y los objetivos políticos de las
elites dirigentes de los territorios donde se produjeron.
El 11S para los
estadounidenses, particularmente para los neoyorquinos, es una fecha luctuosa,
triste. En pocas horas el más sofisticado sistema de seguridad del mundo,
simbolizado por el poderío de las torres gemelas y el edificio del Pentágono,
se colapsó, tras los imprevistos ataques de fanáticos terroristas islámicos.
Una fecha que más allá de las acciones militares de represalia, es recordado
con muestras de dolor.
El 11S fue
también el fatídico día que Pinochet y sus tropas, asaltaron el Palacio de la
Moneda asesinando la democracia chilena y provocando el suicidio del presidente
Allende, que no pudo dominar a los militares rebeldes. La derecha chilena trata
de imponer un tono nostálgico al recuerdo, mientras que la izquierda, sigue
llamando a la unidad y reivindica la figura de Allende, con cierta temerosa
ambigüedad.
El 11S
finalmente, es una jornada “nacional” y por ende festiva en Cataluña, desde los
tiempos de Jordi Pujol, quién oficializó, por decreto, la conmemoración de la
derrota política y militar con la pérdida de “Els Furs” en 1714, en plena
guerra de Sucesión española. La derrota de las elites catalanas partidarias de
la monarquía austriaca frente la borbónica (centralista por definición), afectó
igualmente a las capas populares y los campesinos, que creyeron en sus
demagógicas promesas, por aquello de mejorar su triste condición social. Sin
embargo, con la llegada de los Borbones los poderosos no tardaron en buscar su
acomodo. John Lynch ya advirtió que “la rebelión catalana de 1705 no fue
popular en su origen, sino que expresaba los objetivos políticos de la clase
dirigente” (La España del siglo XVIII,
2005). Deberíamos meditar sobre estas cuestiones. Tampoco las alianzas y
motivos de aquella guerra en Cataluña fueron las que suponen quienes buscan una
relación mecánica con la conmemoración de la Diada. El autor citado asegura:
“[la guerra] no fue una mera defensa de los fueros sino que estaba dirigida a
servir los intereses de la elite comerciante”, deseosa de promover a Barcelona
como capital de negocios (…) “metrópoli de comercio colonial” con América;
razón también, añado, por la que preferían apoyar a los austriacos, aliados a
su vez de la Gran Bretaña. El poderío naval británico era una magnifica
protección para sus empresas comerciales.
Ha llovido mucho
desde 1714. Cataluña y todo los demás ha cambiado profundamente. Ha habido y
hay cortes generacionales. En aquellos tiempos las clases medias apenas
existían. Hoy son mayoría en el tejido social catalán y es un hecho innegable
que buena parte de sus efectivos humanos formaron parte de la cadena por la
independencia. En este caso parece que las elites, en vez de dirigir este
proceso, van a remolque del mismo. Tienen, no obstante una grave responsabilidad
(tanto las catalanas, como las españolas) en los orígenes y difusión de este
sentimiento… Seguiremos.
Valencia, 13-09-013
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